EL PUNTO EXACTO Y EL EFECTO DOPPLER.

 

EN EL APARTAMENTO DEL PSICÓLOGO

Están el psicólogo y su actual compañera sentimental, a quien tiene agregada en el celular como “la intensa”. Pasó la hora del almuerzo. Acaban de hacer el amor y están hablando en la cama.

La intensa: - ¿Qué vas a hacer esta tarde? A mi me toca guiar a la loca en su proyecto de grado y en realidad quiero estar contigo hasta la noche, así piel con piel y no ayudando a la marica en su instalación y en su performance, para ver si por fin se gradúa.

El psicólogo: -Bonita, no deberías tratarlo así, es tu mejor amigo y… no lo niego, yo también quiero estar contigo, desnudos amándonos toda la tarde; pero hoy tengo la cita más importante con mi paciente, pues es la última terapia y encontraré el punto exacto de su desamor, es más si termino de compilar el registro con este paciente, muy seguramente recibiré el Premio Interamericano de Psicología y por que no, aspirar al Premio Nobel de Medicina. ¿Te imaginas? Un mundo sin despechados, sin tuzas y sólo encontrando el punto exacto. Casi no lo puedo creer.

La intensa: -Amor, quiero más que nadie tus logros, ir a México y Estocolmo como la esposa del psicólogo más premiado del mundo, pues ¿nos casaríamos y dejaríamos de vivir en unión libre, cierto?

El psicólogo: -Aich, claro que sí mi bella intensa, han sido tres años inolvidables contigo y mereces tu lugar en la sociedad. Pero, por favor déjame ir a entrevistar a mi paciente.

La intensa: -Vale mi vida, yo voy a estar ocupada en la obra de mi amiguis, el gay de pacotilla.

El psicólogo: - Y sigues irrespetando a tu amigo. Nos vemos esta noche si Dios quiere.

La intensa: - Dios va a querer, no te das cuenta que Dios es amor.

El psicólogo: - Díselo a mi paciente el despechado desde hace seis años.

La intensa: - Mejor se lo digo a la locota, para ver que me responde.

El psicólogo: - Intensa, no tienes remedio.

La intensa: - En la noche seré tu enfermedad.

El psicólogo: - Que no sea de amor, porque ya tengo el punto exacto como cura.

La intensa: - ¡Já! ¡Vas a morir de amor!

EN EL CONSULTORIO DEL PSICÓLOGO

Están el psicólogo y su paciente el pintor figurativo Claudio recostado en el sofá. Es la terapia definitiva para encontrar el punto exacto de su desamor, compilar el registro y cerrar el asunto.

El psicólogo: -Maestro Claudio, ya ha tenido dos sesiones de hipnosis profunda y dos sesiones de terapia onírica consumada. Ahora, quiero que me diga lo que le nazca sobre su desengaño amoroso, hasta el punto que usted de manera inconsciente dirá cual es el punto exacto de su dolor, trayendo un desahogo y por lo tanto una sanación mental o al menos un referente para una terapia más específica. Por favor cierre los ojos y viaje en el tiempo.

El Maestro Claudio con los ojos cerrados: -Sandra había compartido doce años de su vida conmigo, desde los dieciocho hasta casi cumplir treinta. Entonces, empezó a estudiar Artes Visuales en la Universidad de Lourdes y la empecé a perder. Era más cariñosa que de costumbre y de a poco iba sacando sus cosas y las llevaba donde su mamá, sólo le quedaban 2 mudas de ropa y los detalles compartidos de la relación: peluches, cartas y esas cosas. El trece de abril de ese año, sencillamente me dijo que necesitaba un tiempo. ¡Yo la dejé ir!

El psicólogo: - ¿Por qué la dejó ir?

El Maestro Claudio: -Creí que era algo pasajero, pues quedaban las 2 mudas y los detalles. Y tenía la ventaja de que un compañero de carrera de Sandra, amanerado al extremo y con ganas de salir del closet en palabras de ella, era mi aliado incondicional, sencillamente como muestra de agradecimiento porque le enseñé los cánones para dibujar a la perfección y de paso los secretos de las luces y las sombras, propios del dibujo figurativo.

El psicólogo: -Maestro, lo más importante no me lo ha contado, ni en las sesiones de hipnotismo, ni lo ha revelado en la escritura espontánea de la terapia onírica, entonces, ¿cómo fue el rompimiento de su relación con Sandra.

El Maestro Claudio: -Para esa época, hace seis años John el compañero de Sandra antes mencionado, me habló con su voz chillona y con su tono de peluquero travestido y me dijo alargando las palabras:

-Claudius, Claudius. Le voy a ayudar, o usted vuelve con ella para siempre o la deja para siempre.

El psicólogo: - ¿Y John cumplió la palabra?

El Maestro Claudio: -Al extremo. La dejé para siempre.

El psicólogo: - ¿Cómo fue?

El Maestro Claudio: - Yo le había enseñado a dibujar y a pintar a Sandra, en los tres primeros años de nuestra convivencia y ella había optado por el muralismo, porque yo soy pintor de caballete. Me dijo que era para no ser mi competencia y abrir un mercado de arte alterno.

El psicólogo: - Maestro Claudio, disculpe ¿qué tiene que ver eso con el momento en que ella lo dejó?

El Maestro Claudio: -Doctor, el muralismo al igual que el efecto Doppler tienen todo que ver en el rompimiento de Sandra con su servidor.

El psicólogo: - Maestro, lo del muralismo es comprensible, pero eso del efecto Doppler ¿qué es y qué tiene que ver?

El Maestro Claudio abriendo los ojos al extremo: -Por favor doc, en clase de física de décimo grado nos enseñan a todos que el efecto Doppler son en esencia las ondas del sonido.

El psicólogo: - Master, yo era malo para la matemática y la física, por eso me dediqué a una carrera del área de humanidades con vínculo médico como la psicología, pero eso no viene al caso, igual sigo sin entender el enlace del muralismo, con el tal efecto Doppler, las ondas del sonido y la suma de eso para encontrar el punto exacto de su rompimiento con Sandra y su prolongado despecho. Por favor, siga con los ojos cerrados mientras me explica.

El Maestro Claudio con los ojos cerrados: - Bueno, quedamos en que Sandra el 13 de abril de ese año me dejó y su amigo amanerado de Artes Visuales llamado John me iba a ayudar. Pues el día llegó un mes después, el viernes 13 de mayo. Irónicamente en un encuentro Internacional de Muralismo.

El psicólogo: - ¿Y qué tiene que ver el efecto Doppler con ese encuentro Internacional de Muralismo?

El Maestro Claudio: - Todo a su tiempo doc, ahora bien ¿recuerda que es el efecto Doppler?

El psicólogo: - Siiii, ¡las ondas del sonido! Lo tengo claro. Prosiga por favor Master.

El Maestro Claudio: - Bien, íbamos en el tema del Encuentro Internacional de Muralismo, el 13 de mayo de ese año. Pues, John y Sandra se desplazaban al pueblo de Ragonvalia con otros muralistas de otros países a pintar murales como parte de ese evento, a mí me habían invitado como a muchos pintores de caballete en calidad de asesores y curadores, pero yo le dije a la organización del evento que no podía ir. Pero al final si fui, viajé y llegué a Ragonvalia a las 4 de la tarde.

El psicólogo: - Maestrazo Claudio con todo respeto, sigo sin entender que tiene que ver el efecto Doppler, esas ondas de sonido o lo que sea, en el hecho de mentir en el evento de muralismo para luego llegar de improviso a Ragonvalia.

El Maestro Claudio abriendo sólo el ojo izquierdo para mirar a psicólogo: - Doc, tranquilo ya casi vamos a llegar al punto exacto.

El psicólogo señalándose con el dedo índice el ojo izquierdo: - Por favor respetado Maestro Claudio, cierre ese ojito y no vuelva a abrir los ojos hasta terminar su historia. Ahora: ¿qué sucedió cuando llegó a Ragonvalia?

Aparece niebla y el parque recreando el parque del pueblo donde el Maestro Claudio va a ir a buscar a su compañera Sandra.Se ve al tipo caminando y llega al parque donde entabla conversación, a su vez se alterna con el Maestro Claudio hablando recostado en el consultorio.

El Maestro Claudio: - El hecho doctor es que llegué al parque principal de Ragonvalia, me disculpé con los organizadores del evento quienes estaban con los muralistas, pero no estaban ni John, ni Sandra, entonces al preguntarlos me señalaron el hostal donde todos se estaban quedando y me dijeron que ellos no asistirían al brindis, ni al discurso de bienvenida, porque tenían que hablar algo importante y que no querían ser interrumpidos.

Aparece niebla y el parque recreando el parque del pueblo donde el Maestro Claudio va a ir a buscar a su compañera Sandra. Se ve al tipo caminando

 El psicólogo: - ¿Y usted que hizo entonces Maestro Claudio?

El Maestro Claudio: - Yo les expliqué que había convivido con Sandra doce años, que teníamos una crisis y que John me estaba colaborando y por eso necesitaba volver con ella y para eso debía hablar con ambos. Entonces un muralista Argentino me dijo que él era físico y metafísico, que me había leído el aura y que por lo tanto tuviera cuidado con el efecto Doppler.

El psicólogo con voz emocionada: - ¡Por fin apareció el dichoso efecto Doppler! Prosiga don Claudio.

El Maestro Claudio: - Llegué a la esquina del parque, justo diagonal a donde estaban los del evento y le expliqué a la dueña del hostal, una abuela octogenaria, lo mismo que le había dicho a los organizadores del evento y ella señaló una pieza donde ellos estaban.

El psicólogo: - Reitero: ¿qué pasó con el efecto Doppler?

El Maestro Claudio: - Prosigo doctor. La curiosidad me invadió y al llegar a la puerta de la habitación puse el pabellón de la oreja en la puerta de madera para escuchar lo que estaban hablando Sandra y John.

El psicólogo: - ¿Y qué escuchó?

El Maestro Claudio: - Escuchaba unos aplausos extraños que inicialmente, como parte del efecto Doppler no pude interpretar, pero cuando las ondas del sonido se intensificaron escuché a Sandra diciéndole apasionadamente a John: ¡Durito John, Durito John! Y los aplausos subieron su tono con estas palabras.

El psicólogo: - ¿Estaban follando?

El Maestro Claudio: - Noooo, estaban rezando… ¡Claro que estaban follando! Y fuerte, como si fueran actores porno y los gritos no cesaban y esos cuerpos chocando parecían como si fueran a estallar y el efecto Doppler los magnificaba más y más.

El psicólogo: - ¿Y usted qué hizo?

El Maestro Claudio: - Me invadió el odio que genera el desengaño inmediato, entonces miré a un metro de distancia el patio del hostal y vi unas piedras redondas, pensé ahí mismo en lapidarlos como en la antigüedad, pero me conformaba con escalabrarlos, que me demandaran por lesiones personales, sin embargo el efecto Doppler me hizo cambiar de opinión.

El psicólogo: - ¿por qué el efecto Doppler no permitió lo de las piedras?

El Maestro Claudio: - Porque los aplausos de sus intimidades chocaban más fuerte y sus partes genitales sonaban de manera estentórea con ritmo afrodisíaco y ella gritaba: ¡Más duro John, más duro John! Entonces tiré las piedras de nuevo al patio y miré que a dos metros de distancia había una tranca de puerta gruesa y pensé en golpearlos como un cavernícola con su garrote, pensaba en incapacitarlos, que me demandaran por tentativa de homicidio, no obstante el efecto Doppler cambió mis planes de nuevo.

El psicólogo: - Y ahora ¿por qué el efecto Doppler no permitió que los encendiera a leño?

El Maestro Claudio: - Pues, el sonido íntimo invadió el zaguán del hostal, el efecto Doppler había evolucionado de cañada a río y de río a océano, usted no se imagina como las palmadas de esa sexualidad extrema me estaban taladrando los oídos y volví a escuchar a Sandra gritando: ¡Todito John, Todito! Entonces boté lejos la tranca y vi que a tres metros estaba una pica marca Incolma y pensé en asesinarlos como sicópata moderno, deshacerlos a picazos, pagar cárcel por un homicidio doloso y premeditado, pero de nuevo el efecto Doppler me hizo reconsiderar la circunstancia.

El psicólogo: - Aich ¿qué hizo ahora el efecto Doppler?

El Maestro Claudio: - Estaba con la pica en la mano, a buena distancia de la puerta, poseído por el odio y con justa razón pues el efecto Doppler o las ondas del sonido o la gama cantarina de la intimidad de esas humanidades entregándose, superaban cualquier película porno, eran palmadas fuera de este mundo, gemidos y gritos que alcanzaron su clímax cuando Sandra gritó con una voz de soprano desconocida para mí, un alarido que casi me priva por lo horrísono de su tono: ¡ASIÍ PAPITO RIICO! Luego de eso y con la boca abierta vi que al lado de la puerta de la habitación había llegado el muralista Argentino que era físico y metafísico y que de paso me había hablado del efecto Doppler. Por eso mismo, me calmé y con vergüenza cerré mi boca, cayó de mis manos la pica Incolma y le dije al Muralista visionario: estoy haciendo el ridículo amigo, salgamos a tomar una cerveza.

El psicólogo: - Que fuerte maestro ¿Y de qué hablaron con el Muralista argentino?

El Maestro Claudio: - Le conté toda mi historia con Sandra, me desahogué y llegué a la conclusión que el sexo era algo humano y normal, pero que lo que sí me dolía era que en doce años nunca me dijo: ¡Durito Claudio, Durito!, ni ¡Más durito Claudio, más durito!, menos un ¡Todito Claudio, todito! Ni mucho menos, ni en sueños un grito de guerra íntima como el tal ¡ASIÍ PAPITO RIICO!

El psicólogo: - Maestro, después de lo de Ragonvalia ¿Cómo terminó su relación con Sandra?

El Maestro Claudio: - Como no sabía que hacer la llamé y le pregunté: ¿Desde hace cuánto estan con John en ese jueguito infame? Y ella me contestó: Te admiro tanto que no quiero seguir humillándote, no dejes que el amor te mate, esto se acabó y luego colgó la llamada para siempre, porque al intentar llamarla no me contestó y me envió un mensaje de texto pidiendo permiso para sacar las dos mudas de ropa del apartamento, porque los detalles compartidos me los dejó. Doctor, por eso creo que voy a morir de amor, si no me curo con esta terapia. Perdóneme doctor, usted comprenderá, voy a abrir los ojos, saldré de acá, pasaré la calle y me tomaré dos cervezas en el café-bar de enfrente y obvio que volveré para seguir la terapia, por favor doctor.

El psicólogo: - Hágale compa Claudio, pero por favor no se le olvide el camino, mire que es importante encontrar el punto exacto.

EN EL CONSULTORIO DEL PSICÓLOGO, PERO SIN CLAUDIO

El psicólogo ve que el Maestro Claudio está en el café-bar. Entonces, no aguanta y llama a la intensa, llama tres veces y con un espacio de 20 minutos en cada llamada, ella sólo contesta a la cuarta llamada, es decir después de más de una hora pues estaba ocupada. 

El psicólogo: - Aló, hola intensa, quiero preguntarte algo.

La intensa: - Uyyy, que saludo tan frío. Pregunta, pues.

El psicólogo: - En realidad son 2 preguntas: la primera ¿Por qué en tres años de relación nunca al hacer el amor me has dicho ¡Durito Luis, Durito!, ni ¡Más durito Luis, más durito!, menos un ¡Todito Luis, todito! Ni mucho menos, ni en sueños un grito de guerra íntima como un ¡ASIÍ PAPITO RIICO!

La intensa: - Parece que ya lo sabes todo ¿cuál es tu segunda pregunta?  

El psicólogo: - ¿Desde hace cuánto están con John en ese jueguito infame?

La intensa: - Obvio que los tres años que llevo contigo y otro par de años antes. Sin embargo, te admiro tanto que no quiero seguir humillándote, no dejes que el amor te mate, esto se acabó.

Sandra, la intensa, cuelga. El psicólogo Luis espera resignado el mensaje donde ella pide permiso de sacar la ropa del apartamento, después de leer el mensaje, mira el resquicio inferior de la puerta del consultorio y ve una sombra. Abre la puerta y sorprende al Maestro Claudio agachado pues tenía la oreja pegada a la puerta. El Maestro sonríe con vergüenza y se incorpora.

El Maestro Claudio: - Doctor perdóneme por estar escuchando, es que el Muralista Argentino, que de paso es buen físico y excelente metafísico comprobado, me había dicho que el efecto Doppler me iba a enfermar, pero también que el efecto Doppler me iba a curar, lo único era encontrar el punto exacto y era cierto lo encontré, estoy curado. Venga vamos a tomarnos una cerveza y yo le doy el contacto del Argentino para que lo ayude. Ah, y por Sandra no se preocupe, que ella sólo se lleva la ropa y lo de ella, los detalles compartidos los deja porque quiere que uno se muera de amor.

FIN




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